Luanda – La capital angoleña acogió, del 20 al 21 de Julio corriente, la primera reunión de la Comisión Mixta entre Ruanda y la República Democrática del Congo (RDC), para la normalización de las relaciones entre los dos países vecinos.
Por Frederico Issuzo
Al final de la reunión, los dos países confirmaron su determinación en caminar juntos en los esfuerzos para poner fin al clima de tensión generado por el nuevo conflicto surgido en el este de la RDC a lo largo de la frontera común.
Pidió, para ello, que el alcalde acometa la mediación angoleña y un rápido despliegue, en la RDC, de la anunciada fuerza de intervención regional decidida en el marco del proceso de Nairobi, para el cese de hostilidades en el este del Congo.
El encuentro es resultado de los acuerdos alcanzados en la última cumbre de Luanda, realizada el 6 de julio, por iniciativa del Jefe de Estado angoleño, João Lourenço, en su calidad de mediador de la Unión Africana (UA).
João Lourenço convocó a sus homólogos Paul Kagame, de Ruanda, y Antoine Tshisékédi, de la RDC, para abordar la situación de seguridad en África Central, centrándose en la tensión entre Kigali y Kinshasa.
Esa conferencia resultó en el inesperado anuncio de un “alto el fuego inmediato”, la segunda “cosecha” de la mediación angoleña en esta crisis, en apenas un mes, después de la liberación, en junio último, de los dos militares ruandeses capturados por la RDC y otro congoleño militares detenidos en Ruanda.
La última cumbre de Luanda tuvo como objetivo precisamente buscar una salida negociada al conflicto que, desde finales de 2021, sacude la provincia de Kivu del Norte, en el este del Congo, por la acción del llamado Movimiento 23 de Marzo (M23).
Esta nueva ofensiva del M23, que se desarrolla en una región fronteriza con Ruanda, ha puesto en pie de guerra a los dos países vecinos, con acusaciones mutuas de apoyar la insurrección militar para desestabilizarse mutuamente.
Kinshasa acusa a Kigali de proporcionar refugio y ayuda militar al M23, acusaciones que Ruanda niega categóricamente.
En su defensa, este último justifica el recrudecimiento de la violencia en territorio congoleño por la “indiferencia” del Gobierno de Kinshasa para atender las preocupaciones de la población ruandesa del país, incluidos los miembros del M23, cuyos derechos son supuestamente ignorados.
Kigali denuncia una supuesta alianza entre fuerzas gubernamentales congoleñas y grupos rebeldes ruandeses para desestabilizar Ruanda.
Ruanda niega todo apoyo al M23, pero acusa a las Fuerzas Armadas congoleñas de luchar codo con codo con las Fuerzas Democráticas para la Liberación de Ruanda (FDLR), un grupo rebelde ruandés creado por los antiguos autores intelectuales del genocidio de 1994.
Cumbre supera las expectativas
La Cumbre de Luanda estuvo marcada por la rapidez con que la mediación angoleña obtuvo el alto el fuego, entre otras concesiones, tomando por sorpresa a muchos observadores de la situación en el país vecino.
La dureza de los pronunciamientos públicos de ambas partes, en vísperas del encuentro, hizo flotar en el aire un pesimismo absoluto que apuntaba a todo menos a un alto el fuego, proyectando una predisposición a la guerra.
Desde Ruanda llegaron mensajes de un presidente Kagame incrédulo ante una “solución mágica”, declarándose “preparado para lo peor” en caso de impasse.
En Kinshasa, Antoine Tshisékédi también proclamó su determinación de hacer todo lo posible, incluso por medios militares, para “repeler la agresión enemiga”.
El contraste se impuso, sin embargo, al final de la reunión, con los dos líderes, más relajados y tras un apretón de manos, anunciando “resultados satisfactorios”.
Prometieron hacer todo lo posible para restablecer la confianza mutua y normalizar sus relaciones políticas y diplomáticas.
En lugar de una predisposición a la guerra, Tshisékédi y Kagamé anunciaron al mundo su determinación de encontrar en el diálogo la vía más adecuada para superar sus diferencias y poner fin al conflicto.